LAS BATIDAS DE CARLOS IV EN LOS YÉBENES (AÑO DE 1.792)

Generalmente las batidas reales duraban varios días y se desarrollaban en varios términos municipales. Desde 1780 tenemos constancia fidedigna de que los soberanos acudían cada dos años, casi siempre en febrero o abril, a Yébenes donde permanecían tres o cuatro días, alojándose en el palacio de la Encomienda, pasando posteriormente a Cuerva.

La asistencia de tan augustos personajes y el no menos brillante cortejo, entre los que en ocasiones se encontraba el conde de Floridablanca, ministro plenipotenciario de Carlos IV hasta su sustitución por el conde de Aranda, movilizaba a todas las autoridades civiles y religiosas a quienes se instaba a "ponerse a sus reales pies y solicitar la honra de besar la mano de Su Majestad y de Su Alteza". Los pueblos limítrofes, Urda, Consuegra y Madridejos se veían obligados "a concurrir con gentes" para el servicio de la comitiva real. La propia ciudad de Toledo, a través de su corregidor, estaba implicada en los gastos de la batida, que eran muy cuantiosos. En la cacería celebrada el 14 de abril de 1784 sólo para la cocina se exigían 60 carros de leña, 800 arrobas de carbón, 12 vacas, 400 carneros, la nieve que se necesitase [en el camino de la dehesa o del atajillo se ubica un paraje llamado el Pozo de la Nieve] y 150 arrobas de leña partida para gastar en las chimeneas francesas. Por su parte el municipio toledano debía aportar verduras, criadillas de tierra, 40 pares de criadillas de carnero diarias, y 12.000 huevos.

La batida más pormenorizada que conocemos corresponde a la que tuvo lugar entre el 6 y el 8 de febrero de 1792. En ella se nos narra que, procedente del palacio de Aranjuez, el rey Carlos IV acompañado de Floridablanca y una numerosa comitiva había llegado a la villa [de Yébenes de San Juan] al filo del mediodía. Al día siguiente estuvieron cazando toda la mañana achorchas en los pagos de la Mata, Serna y Carril, matando sólo siete piezas, tras comer en tiendas de campaña organizaron una batida de lobos, "sin haber entrado alguno ni tirado más que dos liebres y una perdiz". Carlos IV regresó al pueblo a las 6 y media de la tarde. Mayor éxito tuvo la jornada siguiente en la que además de "diferentes piezas de volatería y caza menor" se cobraron ocho lobos, seis hembras y dos machos, un jabalí, un venado y un gato cerval. A la mañana siguiente tras haber sido obsequiado con una novillada - otra tradición muy arraigada en nuestra tierra - Su Majestad partió de la villa "para continuar igual diversión en Cuerva". Leer más

Ramón Sánchez González. La Caza en Toledo y sus Montes durante el Antiguo Régimen. Universidad de Castilla La Mancha. Año 2003. Página 17

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